Escupiendo la sopa

Friday, March 21, 2008

La Nona


El living estaba en penumbra, había anochecido y la abuela prefirió no prender la luz. Permanecía tirada en el sillón frente al televisor. Se le acercó su nieto de 15 años.
-¿Por qué no prendés la luz abue?
-Porque está mas fresquito así, aparte hay que ahorrar nene.
El nieto agarró una silla de la mesa, y la puso al lado del sillón.
-Che abue, me podés contar algo sobre el abuelo Diego.
-Qué querés que te cuente, tu abuelo era un chiquilín, siempre molestando.
-¿Qué le gustaba hacer?
-Cazar, amaba ir de caza. Era un fanático, te digo que era como los nenes. Se hacía sus balas, hasta un rifle se armó el solo. Se daba mucha maña, era muy inteligente Diego, vos saliste a él.
-Era pelado ¿no?, yo las fotos que ví, en todas ya estaba pelado. ¿A qué edad se quedó pelado?
-A los 24.
-Es una mala noticia.
-En esa época tenía una moto él, entonces íbamos a todos lados en la motito. Y me acuerdo que yo ya estaba embarazada de tu mamá, de tres o cuatro meses, y nos caímos en una esquina…En realidad fui yo la que salté de la moto, porque pensé que nos íbamos a chocar contra un micro estacionado. Estábamos locos, por suerte no nos pasó nada.
-¿Le gustaba viajar no?
-Si, unos años tuvimos un jeep, y de golpe le agarraba la loca, y nos subía a mí, a tu mamá y tu tía, que era chica todavía, tendría seis o siete años, y nos íbamos derecho a Gessel.
-Y ahora que vivís en Mar del Plata no vas nunca a la playa.
-A mí nunca me gustó la playa. La arena por todos lados, aparte para mí gusto el agua del mar está muy fría. Yo iba a tomar mate con él a la playa, con Diego la pasabas bien en cualquier lado, era un tipo muy alegre, siempre estaba contento. Si él estuviese vivo sabés cómo los tendría a ustedes y a tus primas, como reyes.
-¿Hace cuánto ya que falleció?
-Y Diego murió en Junio, o sea que el año que viene van a ser veintiiiii……veinticuatro años ya…Mirá vos.
El nieto la miró, los ojos de la abuela siempre brillaban, siempre estaban más lubricados de lo normal, pero el brillo en ese momento era otro.
-Igual yo te digo que por más que el haya muerto, muchas veces se me apareció, o me habló. Al poco tiempo de que él murió yo iba al cementerio, caminaba hasta las galerías, porque estaba en un nicho, en el más alto de todos, me acuerdo que, petisa como soy, tenía que subirme a la escalerita para dejarle las flores. Y viste, bueno, acariciaba el mármol y le hablaba. Le hablaba igual que te estoy hablando a vos. Y de a poco me pasaba que cada vez me costaba más irme, porque él me retenía, yo lo escuchaba que me decía, “pety volvé, quedate un ratito más”. Una vez ya estaba por salir del cementerio y lo escuché, como un susurro viste, “petisa quedate un ratito más”, y volví. Y así, hasta que le conté a tu mamá y me prohibió ir sola. Me dijo que sola no tenía que ir más a verlo…Ella me decía que me estaba volviendo loca, pero yo no sé…Nunca lo voy a saber, porque Javi, yo te juro que lo escuchaba, era su voz. “Petisa, quedate un ratito más”.
-Uno con esas cosas nunca puede saber. O confía en lo que siente y cree en lo que le pasa, o no.
-Si, lo que es la mente ¿no?, la imaginación mía. A mí igual me pasaron cosas raras, así que nunca voy saber bien qué fue lo que pasó… ¿Lo de la Chezira te lo conté?, la hermana de la nona.
-No, no me lo contaste nunca.
-Una vez yo estaba pelando papas, eran más o menos las dos de la tarde, era la hora en que volvía tu tía de la escuela. Ahí tenía…16 años creo, así que imaginate esto fue hace mucho. Ella llegaba a esa hora de la escuela, más o menos. Era en Marzo me acuerdo. Buen, y yo estaba cortando las papas para hacer la comida, porque Diego también terminaba de trabajar y venía a comer a casa...Buen, estaba en la pileta con el agua de la canilla prendida, ahí, cortando las papas, y de pronto en la pileta se formó una ola. Te lo juro Javier, una ola color verde nilo, yo nunca me voy a olvidar. Una ola chiquita, hizo así (gesto de ondulación con la mano), y rompió contra la pileta. Una ola verde nilo, bien verde. Y la miré, me quedé helada, y repetí tres veces: “murió Chezira, murió Chezira, murió Chezira”. Como embrujada estaba, te juro. Porque yo el mar lo había visto pocas veces, y ví la olita esa, y después, murió Chezira. Entonces, al día siguiente me fui hasta adelante, a la casa de la nona, porque los viejos vivían adelante, en la primera casa del pasillo, y le pregunté. ¿Usted sabe algo de Cheriza nona? Me miró la tana, seria se puso, y me dijo que no, que hacía mucho que no sabía nada de la hermana. Y quedó todo ahí. Buen, a eso de los quince días, a la misma hora de esa vez, escucho las llaves en la puerta y la voz de Mónica en el pasillo: “Nona, llegó una carta de Italia”. Entonces dejé lo que estaba haciendo en la cocina y salí volando para adelante. Y cuando llego al pasillo la veo a tu tía con el sobre en la mano, y a la tana que me miró en seguida. “Tomá nona” le dijo Mónica, y la tana le dice, “no, abrilo vos, yo ya sé lo que dice esa carta, ya me lo dijo tu madre”. Y Mónica le dice: “¿Pero cómo vas a saber lo que dice si no la abriste?” Y ella le repitió “ya me lo dijo tu madre, abrila vos”. Entonces Mónica rompe el sobre y saca una carta y lee: Chezira a morto. No sabés, la nona dio un paso para atrás y me miró enojada. Me dijo: "sos una bruja", y le dijo a Mónica también, "tu madre es una bruja". Yo una bruja…jajaja. Viste, yo nunca voy a saber bien qué fue lo que pasó ese día. Yo creo que la Chezira, en el momento antes de morirse, antes de expirar, en el último suspiro se acordó de mi, y su alma, o su pensamiento, qué se yo, yo no sé expresarme bien, atravesó el mar, y llegó hasta el agua de la pileta, porque no me olvido más, fue una ola verde nilo. La nona decía que yo era una bruja, para mí fue la hermana la que me eligió a mí para darme la noticia de que moría.
-No me lo habías contado nunca eso.
-Y viste, ¿vos pensás que tu abuela es una bruja?
-No abue.
-Bueno viste, y así muchas cosas más me pasaron…



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Monday, March 17, 2008

Guga piensa y escribe más seguido que yo, pero a veces nos juntamos: ensayo ricotero no redondo.

Wednesday, March 12, 2008

El viaje


el viaje parecía concluido
y desistimos de acatar los céfiros

enfurecida
la Diosa del Trueno rajó nuestra balsa

se desligaron las sogas
tu mano fría me soltó mientras gritabas

fuiste un punto negro en la neblina

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Monday, March 03, 2008

El otro verano (fragmento II)
Las siestas



La foto de Memé en su mano. Rota por la mitad, y remendada con cinta scotch amarillenta. La foto tiritando y la mano agarrada de la foto como de un borde al vacío. No era la primera vez que lo hacía, y tampoco iba a ser la última. Eso estaba bien claro, pero la cuestión era otra, era saber cuánto iba a tardar todo aquello, cuánto iba a durar esta vuelta. De forma invariable las cosas terminaban antes de lo que él hubiese deseado, así era. O sino todo lo contrario, la cosas se desgastaban así mismas en la víspera, se alargaban tanto que ya no valía la pena que sucedieran.
Incluso la poesía, las palabras, los parches que su pensamiento había labrado a través de los años, o las oscuras mantas que la sensibilidad supo colocar sobre los problemas irresueltos; la foto se sacudía pero quizás no, quizás nada de eso sirviera, quizás lo único digno de ser tenido en cuenta fueran las fugas, las siestas, los borroneados fragmentos de sueños y memoria; lo que importa, pensaba, es la renovada firmeza de permanecer lo más vivo que se pueda a pesar de todo, de continuar lo más cerca posible de la vida.
También lo había abandonado el gusto por las mujeres, la tolerancia cordial y precisa para que una mujer perdurara más de dos noches a su lado. Aburrido ya de masturbarse antes de ir a dormir, harto de su desesperación estática, de una quietud que estacaba todos los movimientos posibles en un ahogamiento atroz; anémico de la angustia apenas posterior al derrame. La foto cayendo al suelo y él que había perdido el poco erotismo que supo acumular con los años, no sabía bien dónde, pero estaba seguro que la impronta, aquella impulsión erótica de la cual se relamía, lo había plantado junto a las mujeres. Pero ¿qué fatalidad había conducido a la otra?
El cuarto en el que intentaba eternizarse, lo descubría sin descanso abrazado a una ausencia impasible, junto al olor a ropa sucia que era el mismo olor de los recuerdos, el olor de lo que la memoria no consigue hacer desaparecer, y regresa, en los resquicios de los meses, entre las horas perdidas, los segundos vacíos salpicados en el mantel de los años. Trece lunas, doce meses, da lo mismo. De qué sirve la memoria, se preguntaba, tal vez no se lo preguntara en realidad, pero qué importaba a esas alturas, justamente: ¿la memoria iba a importar?
Acaso fuera cierto, posiblemente hicieran falta cuarenta años para aprender a vivir, o para aceptar que nunca se aprenderá.
Era como si el tiempo sólo raspara su piel, se llevara su pelo, curtiera sus manos, mientras que su alma, que parecía bipartita e individual una de otra, dependiendo de qué ojo se mirara en el reflejo del cristal, estuviese siempre inclemente e inexpugnable en su profundidad. Como si girara, todo el tiempo, representando un hámster en la rueda, que pasara una vez y otra vez, y otra más, por los mismos alambres fríos y secos. ¿Eran los recuerdos los que punzaban, esas comparaciones de la vida actual, con idealizaciones que el pasado va ingeniando en los recreos del presente?
Por momentos todo parecía un chiste, muy gracioso. Todo era una cargada. De pronto se iba la madrugada , el cielo clareaba lento, los pájaros chillaban con ganas, y la vida arremetía exultante; pero ¿por qué las horas previas dolían tanto?, ¿por qué era necesaria tal negrura para ver la primera luz? Por qué la vida se hacía ver en los contrastes. Todo armando contraste con todo, y una guía a partir de diferencias.

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