Escupiendo la sopa

Saturday, May 26, 2007

Ingenieros


-Dale gordo gil, bajate puto, dale gordo puto, cobani, dale dale.

El policía intenta sin suerte dar con su largo palo de madera en alguna de las cabezas de los pibes que lo rodean.
El Chelo logra acercarse por atrás, toma envión y empuja el caballo que cae dando zapatazos. El policía queda debajo del otro animal, se le viene fulera.

-Ahora vas a ver gordo puto.

Los pibes se tiran arriba del caballo y le dan patadas por el lomo. Chelo va directamente con el policía y le saca la gorra. Se la coloca medio de costado y después escupe al gordo que se arrastra en el piso.

-¿Y gordo, quién manda ahora?, ¿eh gordo puto? Tomá gordo.

Y le da patadas en la espalda, en la cabeza, donde encuentra un hueco patea como una mula. Otro de los pibes pone de pié al caballo, se sube y empieza a gritar.

-¡Aguante Ferro loco, aguante Ferro!

Empiezan los estruendos, de la esquina aparece una tropa tirando gases y tiros a la marchanta. El rati se pone de pie, se sacude un poco el uniforme.

-Dame la gorra pendejo.

-Esta gorra es mía gordo puto, sacamela gordo gil, dale, mano a mano.

El gordo trata de felpearlo con el palo, pero no llega, es lento y torpe en sus movimientos.

-Dale Gorgori, sacame la gorra gordo gil.

Y el gas ya es insoportable, Facundito se baja del yobaca y empieza a alejarse, el potrillo queda perdido entre las balas, dando vueltas como un trompo. De abajo de la autopista llegan cascotes que estallan contra el asfalto, alguien grita que los de Almagro están acobachados ahí.

-Estan abajo los putos, dale dale. Aguante Ferro guacho, vamo a mandarle fruta.

Dicho y hecho, se asoman y ahí están. Los pibes del Fuerte, tirando piedras a las escondidas. Y llega un coche, el coche que todos esperaban. Y baja el que todos esperaban y aparece la matraca y traca traca. Y a los de Almagro no le dan las patas para rajar. Y los de verde ya son tantos sobre la autopista que se corta el tránsito, y es tal la locura, es tan obvia la certeza de que hasta hacía dos minutos cualquiera podía cagar la fruta, que el rollo es romper lo que venga, cualquier ventana, coche, cabeza que se cruce. Y un grandote barrigón, con los rulos hasta la cintura y un piedrazo en la tefren, levanta el palo como un vikingo y grita: ¡La vida por Ferro loco! ¡Vamo al frente loco, dale loco, la vida por el barrio! Y la matraca vuelve a sonar adelante, de a ráfagas para no quedar escrachado. Nadie quiere ser Madona. Y a los palazos limpios de nuevo, pobre el pibe que se tropezó y quedó regalado, “mirá como le dan, pero acá es así papi, la ley de la selva, si me la ponés, después agarrate, porque cuando apenas llegamos apareció un pibito con el marote embadurnado, chorreándole por todos lados, diez años tiene el pibito, lo pusieron de regalo, y el padre no sabía qué hacer, estaba desesperado, sin coche, uno de los pibes lo subió a la camioneta y lo llevó al hospital. Así empezó todo, con un padre que trae a su hijo a la chancha y le rompen la cabeza al guachín a lado suyo, a dos cuadras de la boletería, porque con una cabecita rota, se aseguran la emboscada, porque vos corrés a los dos giles esos que mandan, y a la vuelta te aparecen todos los demás. Y los ratis están re zarpados, sino miralo al Ulises, por plantarse adelante con los cobani, internado también, los hijos de puta cobraban un palazo tres pesos, y a la cabeza valía doble”.
¿Y el partido?
“Se suspendió. Pero ya van a venir al barrio estos putos, en helicóptero van a tener que venir”.





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