Escupiendo la sopa

Tuesday, July 15, 2008


Día del Gomía:



Este sábado 19 de julio,
Dionisos disfrazado de monja preñada,
evocará lejanas delicias,
y rodeado de amigos y amantes,
danzará como sólo los dioses
saben hacerlo.



Fiesta CON DON
Ituzaingó 747
(Barracas)

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Monday, July 07, 2008

Inmersión
De nuevo la casa se quedaba en completo silencio. Eso, sólo al principio, era un respiro. Pero pocos minutos después el silencio caía derretido por las paredes, cubría el suelo y mojaba sus zapatillas. El silencio inundaba el departamento, lentamente, y el tipo subía los pies a la silla, como una mujer asustada por un ratón. Allí se quedaba, mirando al silencio subir. Aunque había un momento vislumbrante, en el que solapadamente se corría del centro y se miraba con el desdén del médico frente al loco. Con el ojo en la cerradura observaba todos los recovecos ingeniados, todos los desquicios ramificados en su imaginación. Parecía derrumbarse súbitamente y quedar a la vez al descubierto. Y el silencio continuaba su ascenso, y ya cubría las patas de la silla. Luego los talones, y el tipo se paraba temblando y saltaba a la mesa. Y el silencio seguía inundando el living, y cubría la mesa, mojaba sus pantalones hasta las rodillas, la cintura. El tipo pegaba saltitos. De repente se detuvo y llenó su vientre de aire. Lo hizo varias veces. El silencio le llegaba al pecho, luego al cuello. Comenzó a quitarse la ropa. Metió la cabeza en el silencio, y como pudo se quitó las zapatillas, enseguida el pantalón. El silencio le tapó la boca, la nariz. Se quitó el buzo, la remera; estaba flotando. Flotaba en el silencio, con los cachetes hinchados. Pataleó y alcanzó la última porción de aire antes del techo. Respiró profundo nuevamente y dejó que el peso de su cuerpo lo sumergiera. Se contrajo y quedó en posición fetal, girando lentamente en el silencio, lento, muy lento. Percibió caricias por todo el cuerpo, mientras giraba con los ojos cerrados. Una vibración nubló el espacio cristalino en ondulaciones. Algo impertérrito, ignoto, irrecuperable se escapaba nuevamente, pero dejaba un signo en su bello pegado a la piel, en sus pestañas húmedas, en un extraño movimiento de sus omóplatos, en aquella memoria inabarcable que lo empujaba hacia un deshilachado deseo de vuelo.

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