Escupiendo la sopa

Wednesday, November 15, 2006


CONVERSACIÓN


-Si el tiempo pasara más lento, nosotros nos tomaríamos más plazos, y al fin y al cabo sería exactamente lo mismo, o peor, porque de tan lento, aburrido, presa de distracción. Así esta bien. Además la naturaleza es sabia, y por algo debe ser que vivamos lo que vivimos, como lo vivimos. ¿O no?
Le preguntó a Valeria. Ella fumaba y lo escuchaba mirando al cielo.
-No sé, la verdad es que todo pasa muy rápido, yo ya hace un año y medio que me vine de Rosario, y parece que fue ayer.
-Eso de parece que fue ayer, ya me tiene un poco cansado. Porque es una exageración. Estás segura que no fue ayer, lo de ayer es mucho más cercano, más actual. Se podría cambiar el “como si fuera ayer” por: no parece que fue hace tanto tiempo.
-Si, qué se yo. Qué me importa eso. Lo que te digo es que capaz esté bien que pase así el tiempo. Yo me acuerdo cuando llegué, que estuve tres meses con depresión aguda, metida en la cama. Me levantaba sólo para mear, o tomar algo de agua. Y lloraba, lloraba, no sabía por qué en realidad, pero algo me pedía que llore.
-¿Para tanto fue?
-Si, no te estoy diciendo. Estuve jodida. Y mi vieja que ya no sabía qué hacer para consolarme. Porque ella me trajo de prepo. Yo allá era un bardo, estaba haciendo cualquier cosa con mi vida. Cualquier cosa, mal.
-Si, ese capítulo de tu vida ya lo leí.
-Mirá que buena idea me acabás de dar. Voy a escribir mis memorias.
-Qué memorias si ni te acordás lo que hiciste ayer.
-Sí que me acuerdo tarado.
-A ver, ¿qué hiciste ayer a la noche?
-Mmmm.
-Ves que no te acordás.
-No, es verdad, no me acuerdo. Pero bueno, es porque me acuerdo el día que vine de Rosario como si fuera ayer.
-Sos una boluda.
-Lo que te quiero decir es que toda esa depresión, toda la angustia que yo tenía en ese momento, ahora no estoy del todo bien, ya te habrás dado cuenta, pero la siento lejana, como de otra vida. Y eso es por lo rápido que va todo.
-Si, me dí cuenta que no estás del todo bien. Yo diría que no estás del todo mal por un milagro.
-Sos un estúpido.
-No, mentira, no te enojés.
-Estúpido y pollerudo.
-Si, justo yo pollerudo. Si vos caístes al pie enseguida.
-Yo no caí a ningún lado.
-Si, en la depresión por lo menos…
-En la droga también.
-Yo no lo quería decir.
-Me caí de un caballo también una vez. De espaldas, y no me hice nada. Pensé que me iba a morir cuando estaba en el aire.
-Eso también es mentira, ni te debés acordar qué fue realmente lo que sentiste en el momento en que estabas en el aire.
-Sí que me acuerdo, por algo te lo cuento. Lo que pasa es que vos sos un mentiroso, y tratás de encontrar la mentira en todo lo que se cruza, para creer que la mentira es la norma.
-Yo no soy mentiroso. Pero si, todos somos mentirosos sin querer. Sin ser demasiado concientes. Nos largamos a contar, y en cada relato, en el mismo transcurso del recuerdo y nuestro relato, hacemos modificaciones, y eso, se quiera o no, es mentir. Es inventar, no es sólo retórica. Ese mínimo espacio que tenemos a nuestra disposición, lo moldeamos a nuestro gusto.
-No sé, vos te ponés demasiado existencial a veces, a mi eso me aburre. Yo prefiero que me cuentes qué te pasó hoy, o qué te pasó ayer, o quién eras hace dos años.
-Pero lo que te estoy contando es de mí, lo siento en mí, por eso lo digo, sino no lo podría ni pensar.
-Si, pero vos nunca hablás de vos. Siempre te hacés el boludo y esquivás el tema viste. Yo también quiero saber con quién estoy.
-¿No nos presentamos todavía?-. se puso de pie-. Disculpe señorita. Mi nombre de pila es Roberto, ¿el suyo?
-Ves lo que te digo, te hacés el chistoso, o me distraes hablando de otra cosa.
- ¡Que bueno saber que lo logro!
- Yo te cuento de mis cosas, contame vos también.
-Vos me contás porque te hace falta contarlo. Te hace bien decírselo a alguien, y a mí me encanta escucharte y poder ayudarte en todo lo que pueda. Por algo te aconsejo que dejes ese trabajo de mierda que te está volviendo loca. Pero eso no tiene nada que ver. No es que vos me contás, y yo te tengo que contar. Vos me contás, yo te tengo que escuchar, y si yo necesito contar, ahí te contaré.
-Sos un egoísta. Porque es verdad que a mí me hace bien contarle mis cosas a alguien, pero también lo hago para construir cierta confianza con vos. Cosa que vos no hacés.
-Si, la confianza se forma igual, porque yo sé lo que me contás, ya hay un lazo, con eso es suficiente para tenernos confianza.
-Siempre la querés ganar, pero en esta, por más que me des rodeos de palabrerío, sabés que estas en falta.
-¿Qué querés saber, qué es lo que necesitás saber?
-Qué se yo, lo que vos quieras.
-Yo soy lo que ves, lo que tenés en frente. Cada palabra que digo, cada beso que te doy, soy yo. Soy todo yo. Éste que te está diciendo esto, ahora, soy yo. Qué importancia tiene el otro, el que no está con vos. El que camina solo por ahí.
-No sé. A mi me haría bien saber.
-Pero ahí está el tema. Te hace bien contar, te haría bien saber. Lo importante es que me haga bien a mí contar, no que te haga bien a vos saber.
-No me querés contar, no me cuentes. Listo está bien, pasemos a otra cosa.
-¿Te quedan puchos?
-Si, tomá.
-Gracias, pasame el fuego. Y… ¿cómo saliste de la depresión?
-Sola, de a poco. Empecé a ir hasta el kiosko a comprar cigarrillos. Era lo único que consumía, cigarrillos y agua. Y una mañana que no podía dormir más, fui hasta el kiosko, y seguí caminando, y paseé un largo rato, fui hasta el parque...
-Y no te diste cuenta y ya estabas mejor.
-Si, pasaron los días, y de golpe me encontré con un trabajo, teniendo que cumplir un horario. Conocí gente. Tenía la obligación de salir de mi casa, salir de la cama, y arranqué.
-Pero eso tampoco te cura la depresión. La tapa pero no la cura.
-El trabajo ayuda mucho a distraerse.
-Eso es lo malo, pensá que la gente trabaja ocho o nueve horas por día. Están la mayor parte de su vida distraídos.
-Si, pero a veces es necesario distraerse, sino te matás. Qué crees que yo no pensé en matarme alguna vez.
-Bueno, quién no. Es llamativo, pero uno mismo cuando lo piensa sabe en el fondo que no lo haría.
-No sé si es tan así, cuántas veces abrís la bocota sin pensar amor.
-Bastantes.
-Un día sin pensar das un saltito al vacío y chau.
-No, porque para estar en el borde del balcón, ya pensaste cómo llegar ahí.
-No sé, pero a mí trabajar me hizo bien. A vos te vendría bien romperte un poco el lomo.
-A mí dejame así como estoy, que estoy bien.
-Sos un mantenido.
-Llamalo como quieras. Yo prefiero decir que no suscribo a la vida sistémica. La aborrezco, no la acepto. Como dice Willy, “contamina las almas, lo cerebros se atrofian”.
-Pero hay que comer, todo muy lindo, pero del aire no se vive.
-Pensar que los animales no conocen el dinero, y comen igual.
-Pero trabajan también.
-Si, pero directamente por la comida. El dinero es papel.
-El papel más bello del mundo, y sobre todo si está pintado de verde. Verde esperanza.
-La otra vez leí que la esperanza era la miseria del ser.
-Eso es una estupidez. Sin esperanza no podés vivir.
-Pero lo que decía tenía razón. Decía que uno con la esperanza posterga las cosas. Deja todo para más adelante, y muchas de esas cosas nunca se harán. El hombre sabe que no las hará y sin embargo mantiene una esperanza, como una medalla de la suerte inservible.
-Yo creo que sin esperanza no podría vivir.
-Una cosa es la esperanza y otra cosa es la fe. Yo te tengo fe.
-Y si no me tienen fe…, como decía el negro. En rosario, al lado de un puente, hay un mural gigantesco en una fábrica con la cara de Olmedo.
-¿Cuándo me vas a llevar a Rosario? Sos un chamuyo…
-El mes que viene que cobro unos pesos, nos vamos. Igual no necesitamos mucho papel.
-Y me presentás a tus amiguitas de la foto. Que está una más buena que la otra.
-No te van a dar bola a vos, por porteño agrandado. A las rosarinas no nos gustan los porteños porque se la creen.
-Si, mira vos, ¿y vos con quién andás?
-Bueno, pero acá en capital no me queda otra. Por otro lado, vos te pasás, hay algunos de tus amigos que también están re buenos y yo no digo nada.
-No decís nada porque pensás en cogértelos de verdad.
-No, porque vos no pensás en comerte a mis amigas de verdad. Haceme reir.
-En esta me cagaste.
-Che, ya son las cuatro menos cuarto, porque no vamos para casa.
-Vamos si querés.
-Si, dale que mañana tengo que madrugar.
-¿Dios te ayuda por madrugar?
-Todavía no, pero tengo esperanza.

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