Escupiendo la sopa

Friday, October 13, 2006

Prescindir del amor
(más allá del resentimiento)



Cómo el amor se convirtió en sensiblería y
ficción, en un canon de bienestar y normalidad.
¿Desde Adán y Eva que está instaurada
la doctrina de la media naranja, la idea
de lo inacabado del sentimiento del alma en soledad?





Como si acaso fuera fácil prescindir del amor. Como si se tratase de una tarea más.
No estoy completamente seguro, pero interpreto que se puede llegar a esas alturas, y que una vez con esa condición incorporada, todo se vuelve más liviano, nuestro cuerpo pierde varios kilos, y ya no nos falta ninguna mitad.
Esa convención instaurada, casi con la misma firmeza que los valores morales cristianos, es una manera de rebajarnos, de sentirnos incompletos, estériles, sin la fuerza necesaria, mancos, rengos, ciegos, pesimistas, depresivos, inhumanos.
¿Por qué? Por qué no podemos sentirnos plenos, llenos, sin la necesidad del amor, sin cargar el deber de ofrendar toda nuestra pasión, toda nuestra habilidad, o gran parte de ella, en mantener un vínculo tan incierto, como inestable. El proteger como los chanchitos del cuento, una casa tras otra, de un soplido tras otro, de un lobo tras otro, nos deteriora.
Por qué no pensamos que tal vez se pierda la mitad de nuestro ser, a veces hasta más, ya que un vínculo de esa especie conlleva el desbalanceamiento de las personalidades, un dominio inevitable y una sumisión indefectible, una especie de domesticación de a pares.
Es aceptar ceder parte de nuestro jardín más escondido, el que ni nosotros terminamos de conocer, para conocer otro jardín, tampoco en su totalidad, ya que no es nuestro. Y con el tiempo, dejar de diferenciar una vegetación de otra, y no saber finalmente que yuyos cortar y cuales no.
Pero prescindir del amor en realidad no es negarlo, no es escaparle, sino el hacerse capaz de no necesitarlo cuando no está, no sentirnos mutilados por no amar, sino concebir eso como lo más natural, el camino hacia nosotros mismos. Y si el amor se llegara a cruzar de esta forma e inevitablemente se acomodara a nuestra diestra, las energías que confluirían en ese mouse, creo yo, serían realmente conmovedoras debido a la conciencia que habría de las dos partes sobre la entrega que están efectuando.
Prescindir del amor, y qué nos haría falta luego, yo creo que nada. Llegar a ese extremo de la soga sería como el alcanzar la cima de una montaña sin sufrir el frío de la altura, y poder ver el horizonte, valles y lagos, admirando el paisaje por su belleza sin la urgencia de la corroboración.
Pocas son las veces que he leído palabras tan hermosas: “Te amo, y te juro que puedo prescindir del amor”. Ese estado debe ser el más alto que pudo haber alcanzado un hombre.


4 Comments:

Blogger Agustín Jerónimo Valle said...

"Y llegará el hombre, que, sin poseer nada, no querrá nada más que que le dejen esa nada que tiene"

10:27 AM  
Blogger Agustín Jerónimo Valle said...

"Y llegará el hombre, que, sin poseer nada, no querrá nada más que que le dejen esa nada que tiene"

10:35 AM  
Blogger Patricio Diego Suárez said...

Aunque dudo que tenga importancia, la cita es de Beckett Guga: "Nacerá, nació de nosotro, dijo Watt, aquel que sin tener nada querrá nada, salvo esa nada que posee". (Mercier y Camier)

12:45 PM  
Blogger Patricio Diego Suárez said...

Mad, a mi me gusta más la idea del amor como un choque, donde inevitablemente siempre alguno sale lastimado. Uno juega cuando quiere, y cuando no, no. Con el amor no tenemos las mismas facilidades.

12:50 PM  

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