Escupiendo la sopa

Monday, August 14, 2006

Saber ser artista


Leyendo la conferencia del 14 de diciembre de 1957 de Albert Camus, confirmé algunas cuestiones en materia de concepción artística.
Él habla allí del artista irresponsable del siglo XIX, el artista mercantilista, el heraldo del llamado “arte por el arte”, y lo contrapone con la transformación que devino de ese artista: el que deja el realismo de lado, pero que sin embargo suscita su obra desde la realidad; el que no se pierde en fantasías ni en promesas futuristas, sino que presta atención a lo cotidiano, a la dirección que ha tomado el mundo. Y en esa dicotomía, entre la opresión constante que sufre la humanidad y la belleza (satisfacciones y goces eternos), crea su obra.
Quiero dejar claro con esto, que el artista tiene una labor ineludible e inevitable, que es intentar ensalzar la verdad, su verdad, que gracias a la naturaleza del hombre se convierte en infinita. No, hacer de esa tarea, ardua por cierto, pero la más libre de todas, un barroquismo, una caricatura.
Lo que también distingue en su relato Camus, es que al vivir en una organización que ya no entrona el dinero en sí, sino sus signos y códigos, y siendo el dinero lo que mueve el mundo, no es inentendible que el arte se haya sustraído, en la mayoría de los casos, a meros signos, y que al socavar en ellos no haya más que papeles y envoltorios interminables de la nada.
Es curioso como a principios del siglo XXI, la condición del arte por el arte parece estar tan viva y divinizada como en el siglo XIX. Al artista no se le debe reprochar nada, porque ante todo está su arte, y con eso basta. No interesa que lo que diga sean perogrulladas, o implícita propaganda publicitaria, o se limite a aportar su granito de arena al mecanicismo que hoy opera en todos los rangos. Tampoco interesa su silencio (su colaboración con lo que hay), ni sus vulgares gimoteos actorales. Lo que importa es que la canción sea linda, que el libro sea un top séller, que la pintura posea un actitud vanguardista, -no interesa vanguardista con respecto a qué, porque tal vez sea innovadora siguiendo el correlato del arte comercial-.
Éste es el mensaje generalizado, y yo no soy el único que lo rechaza.
A partir del romanticismo, el artista decide formarse un postura respecto al mundo, y todavía hoy hay quienes juzgan intolerante, extremista o idealista a quien reclama al artista contemporáneo que no eluda su condición de tomar una postura en tanto que artista.
Mientras en la esquina de cualquier barrio acontece una realidad exasperante para los espíritus más tranquilos, mientras la materia prima abunda para ser trabajada, procesada, mientras hay arcilla suficiente para las manos de todos los interesados: ¿Preferimos viajar distraídos con canciones simpáticas y pegadizas?
Al mismo tiempo que multitudes se olvidan de su vida, y se pierden con marquesinas de brillantina, hay algunos grupos, algunos artistas que no esquivan el único timón que tienen al alcance, el suyo, y deciden dar pelea. No guerra, no armas, que no se mal interprete. Tampoco me refiero a bajar línea, para eso ya abundan los medios de comunicación. Sino dar un testimonio todo lo honesto y natural posible. Dejar detalladamente una radiografía del momento histórico, social, y artístico que transcurre en su propio ser.
El artista es aquél que vive lo mismo que todos, pero que lo retrata como ningún otro.
Como afirmó elocuentemente Nietzsche, “no podemos ver la vida, ya que nos encontramos dentro de ella”. Esta es la frase que debe elogiar el artista, por la cual debe conducirse, con su propia moral, advirtiendo sus limitaciones y prejuicios, sus habilidades y desmesuras.
Que cada arte está íntimamente relacionado con su época es sabido ya, y uno sigue comprobándolo constantemente contrastando obras con biografías. El artista ha sido el hombre que sobrepasó los momentos más duros, sobrevivió a todo con su arte como espada e insignia. Y cualquier espíritu sensible se entristece al ver la mediocridad y la impostura que los grupos poderosos elogian y llaman arte, con el hecho de facturar.
Si uno transcribiera la creación falseada que bombardea cada espacio, a una pintura que tuviese como objeto mostrar la realidad, no encontraría un solo color coincidente.
Por eso, es hora de dejar de proteger falsos artistas, dejar de brindarle a los payasos la tranquilidad que el artista real tiene tan lejana hoy, dejar de sacralizar y legitimar un discurso berreta y venido a menos. Ser un poco más exigentes en la medida que responsables, para ahorrarle a la generación venidera el perderse por autopistas circulares.
Y lo más reconfortante es saber que no hace falta hacer lo que llaman borrón y cuenta nueva, sino optar por otro camino. La realidad está ahí, es imposible esquivarle, hay que enfrentarse a ella, “buscar la puerta en el muro”, no resignarse a sucumbir bajo su sombra.
Como dije anteriormente, el artista es el mejor camaleón, sabe cómo sobrevivir y cuando quiere no hacerse ver, sabe cómo callar para no ser interpretado con la vulgaridad de las revistas, sabe como salvaguardarse entre los cálidos edredones de su obra, y no cabe duda que habrá en esta generación almas que también sepan diferenciarse, sepan conocerse, regalar su más preciada ofrenda, su cosmovisión del mundo. Sepan ser artistas.


Patricio D. Suárez
14/08/06

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