Escupiendo la sopa

Tuesday, May 20, 2008

Apuntes Ricoteros:
1-¡Cambiar la vida ya!

El repaso que nos acerca a los Redondos, produce recursos de pensamiento que pasan a sernos útiles de por sí, ya despojados de todo contexto histórico de banda. Uno de esos recursos es la idea de cambiar la vida ya, ahora y con lo que hay: el tiempo es ahora mismo. Esa invitación, es lo que nos corre la mirada fija y boba de un tesoro al final del camino, siempre un poco más adelante. Cuando la finalidad es estática, cuando el fin de vivir es una idea inmóvil y preformada que se deshilacha con el mero devenir, ahí la existencia se nos vuelve continua frustración, y es cuando ocurre el último secuestro, el del estado de ánimo. Todo lazo real e inherente entre vida y pensamiento se vuelven ilusiones huecas. Y no hay nada más alejado de la vida que un flujo desteñido de instantes vacíos que enseguida se nos fueron. Un lamento que tiene que ver con la imposibilidad de congelar cada soplo como si se tratasen de islas incomunicadas; entendiendo la vida así: ¿qué marcas puede dejar el existir más que los angustiosos momentos apenas posteriores de querer un instante que en el mismo quererlo se nos escapa?
En rigor, con esa invención de sentido que propone Patricio Rey, con esa intensidad y ese intento impulsivo de cambiar la vida ahora, arrojando la vida al juego y registrando a modo de alimento sus consecuentes variaciones, el norte no es un camino recto sino que se transforma en una figura inacabada que jamás se cierra. Así nos permitimos leer en la brújula su oscilación cruda mientras lo que llamamos nuestra duración, se va tejiendo con el mundo.
2-Patricio Rey y sus ventanas abiertas:

Las cosas no tienen valor alguno de por sí, es uno el que les graba valor, el que les encuentra la mejor utilidad en relación al estar siendo (Nietzsche dixit). Más allá del trabajo ético que representa esa impresión de valor en las cosas, “cada cosa contiene una posibilidad de conexiones impensadas, tal vez infinitas”. Para descubrir esas conexiones es preciso una apertura acompañada de cierta acechanza: ese estar al acecho, ese estar alerta, es como el gas que se dispara sobre el aire para identificar esas líneas invisibles de luz, y ver a dónde es que nos llevan (como los ladrones de guante blanco en las películas yanquis). Pero el estar alerta no es sólo una práctica de la conciencia. Estar al acecho es la predisposición a la sensibilidad, la expansión de los sentidos, la invención de nuevas combinatorias de sentidos que nos permitan percibir dimensiones que no vemos, pero sabemos que están ahí.
Es cierto que a veces las relaciones más sensibles que tenemos con el mundo son lamentablemente las menos pensadas. Habría que hacer del “sensamiento”, como lo llama Pezzola, una practica cotidiana.
3-Plano doble del artista:

Cuando uno encuentra la coordinación que hace prosperar y reproducir una zona de encuentro fecunda, el estar al acecho se mezcla con un hacerse cargo, con una bella y digna responsabilidad: la de discriminar qué nos hace bien, y qué no, qué es lo que hace más saludable y qué es lo que descompone el espacio que uno anida. Y en ese hacerse cargo, en ese cuidado de lo que uno crea ligado todo el tiempo con el cuidado de sí, es donde los redondos profundizaron.
Ese es el plano doble del artista, que puede ser asimismo el de cualquier disciplina relacionada a la creación: el mundo que crea, y el contacto preciso con el mundo que se habita, en el cual arroja y da vida pública a su producción. Cuando en la mayoría de los casos esa relación del artista con el afuera se toma como algo natural, los redonditos organizaron una conducta con eso. Hay una disciplina custodiada por cierto ascetismo. Para ellos el trato con el mundo no es consecuente del destino que corra su obra, sino que es una condición a priori indispensable para trabajar. Ahí es donde los tipos se ponen su precio, ahí es donde la Negra Poli negocia el monto de los redonditos ¿cuál es el precio de los redondos? Ellos decían que la libertad, e implícitamente estaban declarando su idea de libertad: el poder de coordinar desde su independencia, el encuentro de las fuerzas que daban fertilidad a aquello que los constituía y hacía felices.
Y no es un cuidado de sí sólo intrínseco a los redondos, sino que hay en él una amplia invitación, que más que un convite a participar del fenómeno masivo, tiene que ver con un grito de aliento y de un “tomá de acá lo que te sirva” para hacer lo que se te cante, pero nunca perdiendo de vista el cuidado.
P.Suárez-A.Valle

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